Santosha se traduce generalmente como satisfacción, pero el origen de esta palabra describe la sensación de tener suficiente, de experimentar la saciedad, el reposo de quien ha aplacado el hambre, la sed o el vacío existencial
Seguimos piel adentro, en el territorio del yo, y su relación consigo mismo. Ya presentamos Saucha (la pulcritud) el mes pasado, y hoy nos centraremos en Santosha (la satisfacción), antes de continuar con Tapas (la disciplina), Swadhyaya (el estudio de sí misma) e Ishvara pranidana (la trascendencia).
Santosha se traduce generalmente como satisfacción. El recorrido etimológico de este término lo ha ido impregnando de cambios y mutaciones. La cultura predominante o mainstream de hoy nos empuja a perseguir la satisfacción intensamente, como un deber ineludible, y a menudo, sin ningún éxito, tal y como ya reconocían los Rolling Stones en su hito de los 60, mediante un estribillo obsesivo: lo intento, una vez y otra y de nuevo, pero no consigo ninguna satisfacción.
Si entendemos la satisfacción como placer de los sentidos, realmente queda patente la manera en qué el paso del tiempo ha desvirtuado la raíz semántica latina del concepto: satis facere (hacer lo adecuado, lo bastante, volver pleno) describe la sensación de tener suficiente, de experimentar la saciedad, el reposo de quién ha aplacado el hambre, la sed o el vacío existencial.
NI MENOS, NI MÁS…
La satisfacción de Santosha ocurre cuando sentimos que tenemos lo suficiente, que disponemos de lo bastante, que contamos con lo que necesitamos, ni menos ni (sobre todo) más. Es la plenitud sin aditivos, una plenitud cotidiana, del día a día, sin mayúsculas ni mistificaciones.
Santosha emerge como un indicador de pausa, de receso, nos comunica el lugar adecuado dónde estar. Es la sensación de haber llegado a destino. Brota cuando hemos realizado un trabajo bien hecho o cuando nos damos cuenta de que lo imprescindible para una vida buena nos rodea, o de que hemos dado un pequeño paso más hacia ese ‘buen vivir’. También tras una conversación que sacia nuestras inquietudes, una comida que nos proporciona el debido alimento, una bebida que ofrece hidratación, una práctica de Ásana que restaura el rango de movimiento, un sueño reparador para nuestro sistema nervioso, un abrazo mutuo donde comunicamos nuestra presencia y proximidad, un asunto pendiente finalmente resuelto. Seguro que quien lea, podrá completar la potencialmente exhaustiva lista.
La sensación de Santosha, ¿te elude o te embarga? ¿Qué situaciones te conducen a ella? ¿Cómo reaccionas cuando la sientes? ¿La recibes conscientemente o enseguida queda interrumpida por la siguiente necesidad apremiante?
EJERCICIO PRÁCTICO CON SANTOSHA
Hoy terminamos con una propuesta práctica, muy práctica:
Observa tu respiración. Notarás que inhalas y exhalas. Pero hay un espacio casi imperceptible donde todo está en juego. Me refiero a la pausa tras la inhalación así como a la pausa tras la exhalación. En ese lugar está la clave, es además, un lugar absolutamente necesario puesto que ese es el preciso momento en el que la inhalación termina debido a que ya hay suficiente aire (se ha obtenido la plenitud de la capacidad pulmonar). Santosha. La pausa permite la transición hacia la exhalación, tras la cual, si prestamos atención, podemos detectar un momento idéntico de suspensión, donde se ha vaciado el aire-satisfactoriamente. Santosha. Y si seguimos observando, veremos que, como el plácido oleaje mediterráneo en una mañana soleada de agosto, el ritmo sigue, sin prisa y con pausas.
PROFUNDIZANDO…
¿Tienes dos minutos? Entonces, busca un cronómetro y márcate ese tiempo. Te propongo que, en un espacio relativamente acogedor (o simplemente, aquí y ahora), intentes únicamente observar tu respiración -sin hacer nada (¡nada!) más. Probablemente, entretanto, ya habrás intentado intensificar la sensación de pausa o incidir en tu ritmo respiratorio, pero insisto: procura abstenerte de cambios deliberados y dedícate a observar exclusivamente, sin invadir. Sé mero testigo de tu respiración.
¿Han pasado ya dos minutos? Bien. Puedes seguir con tu vida. ¿Tienes dos minutos más? Sigue con la propuesta anterior. Ahora, presta más atención y saborea el momento de transición, el momento de suspensión, el instante de pausa entre la inhalación y la exhalación, entre la exhalación y la inhalación. ¿Ya han pasado dos minutos?
¡Descansa! Descansa de verdad. Y quizás, mañana, te apetezca indagar de nuevo en esta micropráctica. Se dice que la práctica lleva a la perfección. En realidad, la perfección no nos interesa para nada, pero la evolución sí. Y la práctica, está conectada con Tapas, la disciplina, pero eso es harina de otro costal y materia para la próxima entrega.
Nos volvemos a encontrar en Noviembre, para explorar otro aspecto más referente a los Niyamas. ¡Hasta bien pronto!
Autora
Elisenda Palau, colaboradora. Practica Asana y estudia Yoga desde hace más de una década. En 2011 se graduó doblemente como instructora (Alianza Europea del Yoga y North-American Yoga Alliance) sumando más de 500 horas de formación. Sigue impartiendo cursos y talleres. Formada en danza, coreografía textos desde el 2003. www.dancingwords.eu