Brahmacharia exige tradicionalmente la renuncia, prescindir de los placeres de la vida mundana, sin embargo, actualmente se ha reinterpretado como un dorado equilibrio. El justo medio en nuestra relación con los sentidos y el mundo de lo sensorial. ¿Nos acompañas en esta reflexión?
Hoy empezamos así, a bocajarro, sin paños calientes. Brahmacharia exige la renuncia. Hablamos de la renuncia a la sexualidad sobre todo, pero no únicamente. Desde sus inicios, la abstinencia y/o el control sexual han sido un mandato compartido en numerosas formas de religiosidad a lo largo y ancho del planeta. También sabemos de escuelas religiosas que proponen la sexualidad como un vehículo hacia lo trascendente, y no son pocas las interpretaciones sesgadas recibidas en Occidente sobre algunas de ellas. Por ejemplo el Tantrismo, entre otras, sacraliza y ritualiza lo sexual como una vía directa de comunión con la divinidad.
El sexo parece ser un tema siempre candente, para nada anodino, y que genera grandísimas controversias. Ya sean su ubicación más estrictamente fisiológica de la zona genital, o todos aquellos elementos socio-culturales performativos del género que cada comunidad codifica con precisión en el imaginario y lenguaje iconográfico colectivo, pasando por el legítimo sentir personal al respecto, la autopercepción y/o (auto)designación, sin olvidar lo que se ha dado en llamar orientación sexual. Desde el máximo respeto a toda la multiplicidad humana, riqueza que no podemos sino celebrar, recordemos que nuestro enfoque de hoy busca subrayar aquello que todas las personas tenemos en común, más allá de todo arcoiris.
BRAHMACHARIA, EL SEXO Y LA SOCIEDAD
En el concepto de sexualidad se entrecruzan tantísimos elementos que necesariamente resultan en un análisis de altísima complejidad (siempre refiriéndonos a lo que atañe a las sociedades humanas). En todos los grupos humanos que la antropología y la sociología de tradición occidental han tenido ocasión de estudiar, vemos cómo el sexo (partiendo de una determinada clasificación fisiológica de los genitales) es una clave la de organización jerárquica y de distribución de roles sociales. Determina el papel que desempeña cada individuo de múltiples formas y los sitúa en unos u otros espacios. Todo lo cual estructura todas las relaciones e interacciones. Las condiciona.
Vemos pues que si el principio del yoga es conseguir una mente libre de condicionamientos, estaríamos topando con un gran obstáculo. Un fuerte condicionamiento, a la vez social y personal. Si la liberación es una finalidad de la práctica yóguica, desde esta misma lógica parecería desprenderse la necesidad de trascender el yugo de la sexualidad. O alternativamente, conseguir mantener la sexualidad bajo yugo (¿os acordáis de la etimología de yoga de la que hablábamos en el primer capítulo? Quizás nos sirva para ir atando cabos…).
EL PROTAGONISMO INNEGABLE DE LA SEXUALIDAD
En nuestra postmodernidad hedonista, tal propuesta suena desde (por lo menos) improbable hasta francamente inverosímil. Pongamos un ejemplo reciente, cercano y constatado estadísticamente que tuvo lugar durante el confinamiento de la pandemia. El aumento exponencial del consumo de contenidos pornográficos (que en muchos casos se fomentaron ofreciendo modalidades de gratuidad para incentivarlo) puso todavía más de manifiesto el elevado interés que todo ello despierta.
La adicción al sexo (y/o a la pornografía) lleva ya catalogada como transtorno desde hace años. El tema da muchísimo de sí pero a falta de poder ahondar en todo ello y su miríada de ramificaciones, nos centraremos en una sola evidencia: la del protagonismo innegable de la sexualidad en nuestra sociedad.
¿BRAHMACHARIA = MODERACIÓN = EQUILIBRIO?
Brahmacharia, la práctica de la renuncia activa y consciente de la sexualidad, conseguiría múltiples objetivos interrelacionados: el cultivo de la voluntad, la integridad entre sentir-pensar-actuar, el evitar exacerbar lo sensorial (y con ello el oleaje mental que perturbaría la claridad deseada), la preservación de la energía propia o prana (por oposición a su desgaste por despilfarro) y mayor elevación de la consciencia.
Tradicionalmente, comprometerse con Brahmacharia significaba renunciar a los placeres de la vida mundana para poder adentrarse mejor en la vida espiritual, lo que difiere más bien poco de las tradiciones religiosas que tenemos más cerca, tanto geográfica como culturalmente.
La recepción de este concepto en las escuelas de yoga en Occidente de la actualidad han venido reinterpretando esta noción, actualizando su significado y equiparándolo al concepto de moderación. Brahmacharia pasaría a ser el dorado equilibrio, el justo medio en nuestra relación con los sentidos y el mundo de lo sensorial.
También en este sentido, practicando Brahmacharia, regulamos nuestra valiosa y preciada energía vital, evitando su desgaste y despilfarro sin consciencia. Como se suele decir, en la moderación está el gusto.
Autora
Elisenda Palau, colaboradora. Practicante de Asana y estudiante de Yoga desde hace más de una década. Graduada como instructora en 2011 (por la Alianza Europea del Yoga y por la North-American Yoga Alliance) cuenta con más de 500 horas de formación en su haber y sigue impartiendo cursos y talleres. Actualmente también se dedica profesionalmente a la interpretación de conferencias, entre muchos otros proyectos.