Tras el descanso estival, retomamos nuestra sección Pétalos de Yoga. Presentamos hoy el primero de los Niyamas: Saucha (la pulcritud)
Apreciadísima audiencia lectora: celebro estar de vuelta, tras un merecido descanso. Deseo que quien haya tenido la posibilidad de gozar de una pausa estival, la haya aprovechado bien para desconectar y reponerse. Si no ha sido el caso, espero que todo haya ido lo mejor posible.
Retomamos nuestros fascículos virtuales sobre los numerosos elementos que conforman el acervo del Yoga. A modo de recontextualización, diremos que comenzamos la serie en enero de este año desglosando los términos siguientes: Yamas, Niyamas, Asana, Pranayama, Pratyahara, Dharana, Dhyana, Samadhi. Uno de los objetivos que nos marcamos es, de forma divulgativa, ofrecer una verdadera panorámica de la realidad tan vasta de este patrimonio de la humanidad. ¿Por qué? Porque el Yoga ha sido siempre mucho más que postureo…
Hasta ahora, recordemos brevemente los elementos que hemos ampliado: los cinco componentes de los Yamas, que describen los principios rectores en nuestra relación e interacciones con el entorno, son los siguientes: Ahimsa (la no violencia), Satya (la comunicación adecuada), Asteya (la no apropiación de lo ajeno), Aparigraha (la no acumulación), y Brahmacharia (la no exacerbación de lo sensorial).
LOS CINCO NIYAMAS
Si el recorrido por los Yamas nos ha ido invitando a cultivar ciertas cualidades en nuestra relación con el entorno, los cinco Niyamas que empezamos a presentar hoy, se centran sobre todo en el territorio del sí mismo. Dicho de otro modo, nos hablan de la ética que se encuentra bajo nuestra piel. ¿De qué manera nos relacionamos con nosotras mismas?
Haz una pausa, respira con calma unos instantes y reflexiona. Porque la profundidad de esta pregunta es insondable. Para guiarnos en medio de este océano interior, desde la filosofía del yoga se proponen ciertos hábitos. Hoy trataremos Saucha (la pulcritud), y en las próximas ediciones abarcaremos también Santosha (la satisfacción), Tapas (la disciplina), Swadhyaya (el estudio de sí misma) e Ishvara pranidana (la trascendencia).
SAUCHA, LA PULCRITUD
La pulcritud como término ha caído en desuso. Lamentablemente, también el concepto mismo: no parece ser algo que se tenga presente con frecuencia en el día a día. La etimología grecolatina de ‘pulchrum’ nos remite primeramente a la belleza y/o nobleza, aunque en la actualidad en nuestro idioma ha derivado el término, que se relaciona más bien con algo inmaculado, intachable, sin suciedad, límpido.
Es así como se traduce en numerosos manuales, limitando el concepto a su connotación de higiene (corporal, mental, espiritual). Reivindicamos desde aquí el sentido original del término, porque nos ofrece un mayor alcance y nos abre nuevos campos de significación. De la nobleza de espíritu y la pulcritud en el trato con nosotras mismas emana una equivalente relación con el entorno.
Pero volvamos bajo la piel: la pulcritud impregnaría nuestros procesos de reflexión, nuestros monólogos internos, los conceptos y autodescripciones del yo. La imagen que tenemos de quién somos, nuestras intenciones en la vida, a escala mínima y máxima, a corto y a largo plazo; las expectativas respecto a lo que somos, nuestra percepción del lugar en el mundo que ocupamos y el que anhelaríamos. Dado que en la filosofía yóguica no existe una división o separación entre dimensiones, todo ello incluiría también los aspectos físicos y emocionales: cómo me siento conmigo misma, cómo cuido o descuido mi cuerpo, mis necesidades (biológicas, fisiológicas, afectivas, materiales, entre tantas otras).
AHONDANDO EN SAUCHA, CON SINCERIDAD
La pulcritud nos ofrecería nitidez para responder a una multitud de incógnitas: ¿Me presto atención o no? ¿Me atiendo o me desatiendo? ¿Me conozco de verdad? ¿Me quiero conocer? ¿Me reconozco? ¿Me escucho? ¿Me respeto? ¿Me valoro? ¿Con cuánta sinceridad me observo? ¿Prefiero esconderme de mí?
Una larga lista de preguntas nutritivas y valientes para empezar el ciclo de otoño.
Seguimos relatando la ética bajo la piel de los Niyamas los últimos lunes de cada mes. En octubre entraremos más a fondo con Santosha (la satisfacción).
Hasta entonces, ¡Muy feliz solsticio!
Autora
Elisenda Palau, colaboradora. Practica Asana y estudia Yoga desde hace más de una década. En 2011 se graduó doblemente como instructora (Alianza Europea del Yoga y North-American Yoga Alliance) sumando más de 500 horas de formación. Sigue impartiendo cursos y talleres. Formada en danza, coreografía textos desde el 2003. www.dancingwords.eu