Comprar un perro o gato a un criador ilegal alimenta el maltrato animal y pone en riesgo la salud del animal y la tuya. Descubre por qué esta práctica es tan peligrosa y lo que puedes hacer para evitarla
Cada año, miles de personas deciden sumar un nuevo miembro a su familia. Buscan un cachorro adorable o un gato de raza, muchas veces impulsados por fotos en redes sociales o anuncios con precios llamativos. Pero lo que no siempre se ve detrás de esa imagen tierna es una realidad cruel y alarmante: la cría ilegal de animales.
Comprar un animal de compañía debería ser una decisión consciente, responsable y siempre basada en el bienestar del animal. Sin embargo, muchas personas, en busca de un perro o un gato de raza, acuden a criadores ilegales sin conocer las consecuencias reales que esto conlleva. Detrás de una apariencia tierna y un precio atractivo, se esconden prácticas crueles y peligrosas tanto para los animales como para quienes los adquieren.
Cuando el negocio está por encima del bienestar
Los criadores ilegales operan al margen de la ley, sin controles sanitarios ni garantías, y con un objetivo claro: el beneficio económico rápido. Para lograrlo, sacrifican lo más importante: el bienestar de los animales. Las hembras son explotadas reproductivamente, forzadas a tener camadas una y otra vez, sin descanso, sin atención veterinaria y en condiciones deplorables, lo que deteriora gravemente su salud física y mental. Muchos cachorros nacen en jaulas, hacinados, sin luz natural, con falta de higiene, sin estimulación y a menudo enfermos.
Animales con problemas de salud y traumas
Una de las consecuencias más frecuentes de estas prácticas es la aparición de enfermedades genéticas o infecciosas. Sin control veterinario ni planificación responsable, los cachorros pueden presentar problemas cardíacos, neurológicos, digestivos o inmunológicos. Lo que parece una compra «barata» puede convertirse en una montaña de gastos veterinarios y, en el peor de los casos, en una pérdida dolorosa e injusta. Los compradores pueden enfrentarse a enfermedades como displasia de cadera, problemas cardíacos, epilepsia, o incluso infecciones mortales.
Además, muchos de estos animales llegan a sus nuevos hogares con miedos, traumas o trastornos del comportamiento. La falta de socialización temprana, el aislamiento y el estrés constante dejan huella. El animal sufre y la familia también. Los cachorros criados en ambientes ilegales suelen estar aislados, sin contacto positivo con humanos ni otros animales. Esto impide un desarrollo emocional saludable, generando miedo, agresividad o ansiedad. Muchos adoptantes se enfrentan a graves problemas de conducta que requieren intervención profesional y mucha paciencia.
Un círculo de sufrimiento que no se detiene
Comprar a un criador ilegal no solo pone en riesgo al cachorro que llevas a casa, sino que también alimenta una industria basada en el maltrato. Cada venta refuerza un sistema que explota a hembras sin descanso, cría sin control sanitario y descarta a los animales que no “sirven” para vender.
Mientras tanto, las protectoras están desbordadas, con miles de perros y gatos esperando una segunda oportunidad. Muchos de ellos son víctimas directas de este ciclo: enfermos, abandonados o rescatados de criaderos clandestinos. Al elegir con conciencia —ya sea adoptando o comprando solo a criadores responsables— podemos romper esta cadena de sufrimiento y dar voz a quienes no pueden defenderse.
¿Cómo romper este ciclo?
La solución empieza por una decisión informada y responsable. Antes de comprar, infórmate. Asegúrate, si compras a un criador, que está registrado, cumple con la normativa y que ofrece garantías sanitarias permitiendo conocer a la madre del cachorro en su entorno. Pero, sobre todo, nuestro consejo es que consideres la adopción como primera opción. Hay miles de perros y gatos, de todas las edades y tamaños, que sueñan con un hogar.
También puedes contribuir denunciando prácticas sospechosas y compartiendo esta información con amigos y familiares para generar conciencia. Elegir con el corazón, pero también con la cabeza, puede marcar una gran diferencia. Adquirir un compañero peludo debe ser un acto de amor y responsabilidad. Apostar por vías legales y éticas no solo protege a los animales, sino que construye una sociedad más empática y comprometida con su bienestar.